2/9/07
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Las gotas de la garua del amanecer aun estaban en el aire, todo el ambiente se sentía aun sumamente fresco, libre de cosas perturbable. El viento parecía juguetear como un niño con sus cabellos, todo los arboles parecía que disfrutaban el mecerse en el suave vaivén del viento aun inquieto y enérgico por el amanecer de hoy. Ella aun tranquila buscaba un dulce refugio en la suave brisa que la visitaba esta mañana, el frió parecía importarle muy poco, pues disfrutaba el simple hecho de estar ahí, sentada junto a las gotas interminables de lluvia. Los rumores que de los cuales había sido advertida parecía importarle muy poco (mas bien, daba la impresión que no quería recordarlos). Los rumores de guerra habían sido una noticia de todos los días durante 3 años, rumored que habían costado caro a aquel pequeño lugar, la gente se retiraba a la ciudad en busca de viajes a otros lugares (la mayoría al otro lado del mundo, del cual se hablaban maravillas), costaron vidas, pues aun me acuerdo que la señora Robles, no duró ni 15 minutos con la ideas, pues cayó a los segundos, y murió. Esta ves fue distinto, pues a lo lejos el día anterior se vio un pequeño resplandor que iluminó la obscura noche a las 11:37 pm, ella pensó que era la fiesta de la cosecha, pero, al oír un pequeño estallido, se acurrucó un poco mas en su cubrecama de alpaca, la cual le regaló su abuela días antes de su viaje a Japón (del cual nunca regresó). La garua empezó a caer una vez mas, con mas fervor, y pasión, como si le advirtiera que regrese a su casa, la lluvia aun la llevaba a traer a memoria esas ideas de fechas ya casi olvidadas, de rumores lejanos, y casi ciertos en un eterno juego de azar. Una vez mas se iluminó aquella mañana húmeda, esta vez se pudo divisar a lo lejos el humo sumamente denso que empezó a subir oscureciendo la mañana y llevándola una vez mas a una madrugada frió, procaz y esquiva, que infundía temor a cualquier mortal. Ella parecía asustada, pero no, ella simplemente se hecho, en aquella vieja banca (sin temor del mojarse) y empezó a buas sentir el frió, el frió penetrante del cual alguna vez se enamoró, y del cual nadie la separará, se oía a lo lejos la gente gritar, los niños llorar, los jóvenes correr a las armas, mas ella simplemente se echó a descansar, sin perder tiempo a disfrutar lo que casi nunca disfrutó, el descanso en la paz eterna, no se movió más, ni titubeó al mirar la gente correr, a la gente alarmada gritar. Parecía algo irracional, algo raro, y sumamente loco; era como si estuviera segura de algo lejano, de algo que llegará de algo que perdurará. y así fue su actitud hasta el final.
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