Un risco describía a la lejanía el viejo lugar donde aun silbaban las aves aquel encuentro clandestino de viejos amigos, contando de lugares inolvidables, de épocas soñadas, que lo lejos describían la felicidad sufrida (pero alcanzada).
El castillo podía describir lo que había vivido, por las cicatrices que marcan su sempiterna existencia, en aquel lugar alto de algún lugar del hemisferio norte, donde la nieve siente placer al cubrir 2 veces al año ese bello lugar, mutando su esplendor de grandes batallas a un refugio esperado por lo lejanos visitantes, que acogidos por sus grandes murallas quedaban asombrados por su inmenso tamaño y gran historia.
Los murales describían de manera muy detallada la vida en las cruzadas, en las épocas de escasez, en la épocas donde la vida fue dura, pero también incluía como el luchar de cientos de pueblos llego a formar su carácter e identidad, de tal manera que hoy dejaba al mundo mas que un castillo, sino, que para todos dejaba su historia, sus épicas batallas, sus innumerables amoríos en las blancas colinas en busca de un refugio (encontrando amores), su avance cognoscitivo, y su avance cultural.
Grandes hombre aun quedan de manera monumental en aquellas lejanías, como grandes trovadores de la historia perdida. Describen el reflejo del castillo en los caminos (a veces por monedas, pero a veces por el honor, y otras por el gusto), pero en la felicidad de sus historias ellos mueren.
Pero se que el lector sabrá conde encontrar, así que:
Disfrute su viaje por las lejanías en bellos arroyos, en inmensos parajes, y de su suave y simple brisa que describe el descanso que se vive ahí.
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